jueves, 8 de mayo de 2008

niños callejeros



LA VIDA DE UN NIÑO CALLEJERO

Comencé a comparar mi comida con la basura que los dos niños, obligados a trabajar duramente, tendrían que comer. Dos mundos muy distintos aparecieron ante mí ese día. Inmediatamente decidí buscarlos en su lugar de trabajo. Encontré que Ssembi estaba otra vez en la cárcel y que Ali estaba viviendo con una pandilla peligrosa para vender drogas y combustible de aviación que algunos usan para inhalar. Había adelgazado, estaba enfermo y se sentía muy miserable.

Para poder sobrevivir cada uno de los niños de la pandilla tenía que trabajar muy duro. Algunos ofrecían sexo a los adultos a cambio de comida o de una suma mísera; otros transportaban cargas pesadas, vendían drogas o participaban en el delito organizado.

Un niño que vive en la calle está amenazado de muerte de muchas maneras. Muchos de ellos desarrollan complicaciones físicas debido al trabajo peligroso que realizan. Su crecimiento se ha detenido, sus miembros están destruidos, contraen tuberculosis y tienen heridas ulceradas aterradoras, así como problemas comunes como dolores de cabeza. Una consecuencia de todo es la apatía. La peor experiencia de un niño callejero es enfermarse. No reciben cuidado alguno y, sin embargo, tienen que sobrevivir.

La mayoría no puede expresarse bien debido a las drogas. Todos dicen que no pueden hacer lo que hacen sin la influencia de las drogas. Uno de ellos me dijo que, a pesar de estar cansado, le había llevado una carga pesada a lo largo de cinco kilómetros a una señora que no le pagó. Esa noche, muy hambriento y desesperado, comió basura que encontró en una bolsa dentro de un latón de desperdicios.

Las experiencias difíciles de Ali y Ssembi me llevaron a investigar la vida de los niños callejeros en Kampala y a vivir con ellos. En los meses subsiguientes, con la ayuda de Ali, comencé poco a poco a hacer contacto con muchos otros niños que trabajan en las calles. Descubrí que cada pandilla tenía una característica específica y una ubicación, llamada "depósito". Muchos niños que vivían en los depósitos no querían dormir a la intemperie, comer basura o hacer trabajos físicamente dolorosos y arduos. Se sentían frustrados.

Con la ayuda de los jesuitas de Kampala se alquiló una casa para 10 niños callejeros. Diez de ellos se pasaron a la casa con las cajas de cartón en las que dormían y las bolsas de polietileno que usaban para cubrirse y protegerse del frío en las calles. Así nació Kids in Need.


1 comentario:

Maria dijo...

Que lastima! Chicos tan jovenes que podrían estar estudiando, están en las calles robando, haciendo trabajos peligrosos que podrían costarles la vida.

 


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